Hoy surge la necesidad imperiosa de transmitir sentimientos empapados en palabras que nos hacen viajar a la emoción, al cariño y ternura que, de vez en cuando, invitan a salir y que lo hacen de forma ágil, sin reparo, desde un corazón desbordado por momentos tan duros como los que estamos viviendo; porque son momentos que van a marcar nuestras vidas para siempre. Como ya lo hicieron
otros acontecimientos en nuestro mayores, a ELLOS, quién se lo iba a decir, a NOSOTROS, quién nos lo iba a decir, en el siglo XXI… una pandemia devastadora y cruel.
Pero ELLOS, los más longevos, nos han vuelto a enseñar que están preparados para todo, que pueden manejar esta situación a su antojo, desde la calma, desde la sabiduría. Cuando entramos en la habitación de algunos de ELLOS, nos clavan su mirada con aplomo, con paz, asumiendo cada momento. Y cuando pensamos que con nuestros cuidados les estamos protegiendo, entonces ELLOS, nos cogen de la mano firmemente, dejando escapar una caricia suave y silenciosa, que nos hace tranquilizar, que nos da seguridad porque nos anuncian que se va a superar pronto, que seamos pacientes. ELLOS, los que deben ser cuidados, siguen haciéndolo, nos siguen cuidando. Benditos todos ELLOS, la generación de la lucha, de la revolución, de la fuerza y el cambio, del trabajo y esfuerzo, del acondicionamiento y escaso conformismo, de la superación. ¿Por qué no les hemos preguntado a ELLOS cómo salir de ésta? Si sólo ELLOS tenían la respuesta, que en silencio argumentaban y que le han dado forma: ¿No es esto AMOR INCONDICIONAL? Ése que no corre por las venas pero que nos mantiene a todos unidos, trabajadores y residentes, COMO UNA GRAN FAMILIA.
GRACIAS A ELLOS, a los siguen con nosotros protegiéndonos, a los que se fueron dándolo todo, a los que buscaron su reencuentro con personas amadas, a los que dejaron su espacio para reconducir nuestro camino, a los que nos muestran cada día cómo superar momentos duros, a los que no han cesado en el empeño de enseñarnos a madurar, a mantener la constancia, la lucha, la superación y el valor, donde no hay cabida para la derrota. Algunos, nos han dejado un hueco irreparable para hacer más fuerte a las nuevas generaciones, para que el corazón se endurezca y aprenda a afrontar y superar retos.
Pero, pese a la amargura, al dolor y tristeza por la separación de alguno de ELLOS, nuestros residentes, a los que hemos dejado volar con el último suspiro en nuestra mano, acompañados, quedando su marca dibujada entre los surcos de nuestros dedos, a pesar de ello, esa marca es la que nos invita a seguir haciendo lo que mejor sabemos: CUIDARLES Y AMARLES INCONDICIONALMENTE.
Mª Ángeles García, directora de la Residencia DomusVi Nuestra Señora del Rosario, de Valdemoro (Madrid).